miércoles, 8 de diciembre de 2010

la musica de madrid

Cae la tarde en otoño en madrid y el cielo es gris, un gris sucio de una tristeza sordida, de malos deseos de amores mal amados, es un domo denso a punto de romperse en llanto, un cielo solo para guarecerse. Garúa una fina salpicadera que me recuerda a Lima, gente camina, se moja y habla. Yo sonrrio en complicidad con mi amigo y nos confundimos dentro de ese denso amasijo de gente.
Me siento blindado a la tristeza de la tarde que se abandona a una noche fria maquillada de vida por la luz indirecta de postes y linternas, en el Maestro Churrero una negra de inequivoco acento colobiano obesa y sonrriente nos sirve tazas de chocolate y nos toma una foto mal enfocada, se ofrece a tomar otra que es aún peor, pero la sonrriza acogedora con la que nos atiende compensa lo demás.
Tarde de risas y confidencias, de alegres procacidades de dos sudacas solitarios recordando la casa y a los amores que se quedaron al cruzar el mar, el me cuenta quines lo esperan, yo le comento que ella no cree cuanto la extraño, pero la risa ahuyenta la nostalgia, y la noche sonrrie maquillada de farolas.
En el metro alguien toda el acodeón y sus notas se mezclan con el sonido del bagón, y es como si la cuidad cantase una tonada alegre ahi bajo tierra donde se desliza el metro y donde la gente se gurece del frío, un cantar urbano al que casi todos son indiferentes, Para mi es simplemente hermoso.

viernes, 22 de octubre de 2010

Case Report



Varon de 62 años, no enfermedades crónicas, campesino, acude a emergencia por pápulas pruriginosas en regón púbica...

Dr. Buenas tardes, soy el Dr. X. Cual es el motivo de su consulta.
P. Joer, es que me han salido unas ronchas en el bajo vientre y no se si es peligroso
Dr. Desde cuando tiene estas ronchas
P.Ya van como dos meses, y han ido aumentando, y da mucha comezón, no deja ya ni dormir, asi que dije que mejor era  venir al médico, no?
Dr. Muy bien, fiebre, vómitos o algún otro síntoma además de lo evidente?
P. Puesh no.
Dr. Hay alguien en casa con esas lesiones?
P. Puesh no
Dr. Descubrase por favor
P. Vale
Dr. ...(santa y misericordiosa madre de Jesucristo)
P. ...y en el culo tambien tengo
Dr. Oiga hombre, ha estado ud en un prostibulo?
P. Joer no, que yo no voy a esos sitios.
Dr. Relaciones sin protección?
P. Osea que sin condon, eso?
Dr. Si

P. Puesh. no, salvo con mi mujer y hace tiempo.
Dr. O sea que hace dos meses ESTO apareció espontánemante.
P. Bueno joven, es que yo vivo ahi en el campo
Dr. Aja
P. Y tengo unas vacas
Dr. ....
P. Es que derrepente cuando yo estuve ordeñando, sabe? o ahi en el campo con mis vacas, manipulando, uste sabe? derrepente ahi me he contaminao.
Dr. (al familiar acompañante) Podria esperar fuera unos minutos por favor?
FA.. Vale
Dr. Oiga hombre, a que se refiere con "manipular" a las vacas?
P. Ya sabe, en el campo, sabe lo que le quiero decir?
Dr. No
P. Es que coño, que me cago en diez, que esto es muy complicao.
Dr. Hombre, yo soy su medico, es como si fuera el cura.
P. Que si fuera el cura ya no me deja entrar a la iglesia.
P. Hombre, que no es para tanto.
P. Es que mi mujer, desde que esta con la menospausia, usté sabe?, ya no quiere saber de hombre, para de mal humor, asi que mejor me voy al campo, que ahi en el campo eso es muy comun, sabe?
Dr. Solo para estar segurno, tuvo relacones con sus vacas?
P. Una poca.
Dr. Y esto lo hace muy a menudo?
P. Joer, que no soy ningun pervertido, que rara ver, y nunca me habia pasado esto.
Dr. O sea que ya había practicado esto antes.
P. Si pero que muy de vez en caundo coño.
Dr. Bueno, le vamos a tomar una analitica y luego con los resultados volvemos a conversar.
P. Oiga joven, mas bien hagame usté un favor
Dr. Digame usted.
P. Digale a mi familia que esto es un sarampion o una de esas cosas.
Dr. Yo no puedo hacer eso.
P. Pero porque coño.
Dr. No puedo mentir.
P. Pero es que luego se va a armar el follon y la mujer me deja coño.
Dr. Mire, yo no digo nada, pero ya vera usted como le explica esto a su mujer.
P. Vale, vale majo, gracias.
Dr. No tiene que agradecer señor.

Dr. Alo? Infecciosas...?

jueves, 14 de octubre de 2010

El orgullo peruano


Que no se malinterprete el titulo. El orgullo peruano no es una persona, mejor dicho, no me refiero a eso; me refiero al orgullo en si mismo, este orgullo acomedido que al parecer no es muy diferente al de otras gentes en otros países. Eran los años finales de la década del 80, cuando la asociación criminal llamada Partido Aprista Peruano (APRA) estaba a poco tiempo de dejar el poder tras la casi culminación del primer gobierno de Alan García Perez. Era un paisaje caótico, pensé en llamarlo "post guerra", pero recordé que nos encontrábamos en el momento más álgido de la guerra interna, con un Ayacucho declarada libre por Sendero Luminoso y con apagones diarios por el estallido de alguna torre de alta tensión que a menudo eran confundidas con castillos de fuegos de artificio por el MRTA. Con una inflación galopante que viéndola en retrospectiva podríamos concluir que tras el holocausto nuclear quedarían solo cucarachas y peruanos en el mundo. No es posible exagerar en estos acontecimientos sin exceder a la fantasía intoxicada, ya que son una exageración de facto, tan surrealista como suena que al inicio del gobierno de García mis padres estaban por comprar nuestra primera casa por 200 millones de Soles de Oro (la moneda actual del Perú es el "Nuevo Sol"), y al final de su gobierno ese monto equivalía a 1,25 dolares con los que solo en monopolio podrías comprar inmuebles.
Cuando el terror secuestraba y violaba a los pueblos andinos de Ayacucho, Andahuaylas, Apurimac, entre otros, resultaba algo anecdótico, pero cuando las bombas empezaron a estallar en las zonas residenciales de Lima y dejo de ser el cómodo dolor ajeno todos repararon en la magnitud del problema, la gente vivía en pánico y se instauró el toque de queda; era incluso irreal ver al presidente de entonces sostenerse con su habitual soberbia retirado en algún islote paradisiaco de su pensamiento demenciado en un momento en que salia caca del grifo de casa (y esto es tristemente literal).
Fue bajo este contexto político cuando emergió como candidato presidencial Mario Vargas Llosa, quien lideraba el Frente Democrático (FREDEMO) y se presentaba como una suerte de salvavidas para la casi extinta clase media del país. Era políticamente muy torpe: decía la verdad, y fue este defecto político lapidario en su campaña.
El APRA siempre fue un partido político organizado... para delinquir. Mi padre me comentó alguna vez que en la época en que trabajaba en Entel Perú (empresa de telefonía nacional) robaban desde los choferes hasta el gerente general, pero nadie decía una palabra al respecto ni eran sujetos de ninguna auditoría porque eran "compañeros". La cuestión es que en esta contienda política, esta organización criminal emprendió su campaña de demolición contra la figura de Vargas Llosa. En esta coyuntura y entrando con sigilo por la puerta falsa,  aparició en la escena política el japonés Alberto Fujimori, un asiático que resumía su propuesta política en el estribillo de honradez, tecnología y trabajo y manejaba un tractor en el único slogan televisado de su campaña. Se puede intuir que, tras la primera vuelta electoral, se pactó una alianza entre Apristas y Fujimoristas, situación a la que Vargas Llosa se negó a transigir, lo que motivó a un ensañamiento hacia el plan económico propuesto por el FREDEMO, que se popularizó como "el Shok" y se mostró por sus detractores como el paso de la peste negra por Europa del siglo XIV. Yo era aún niño entonces, pero se me viene a la mene la imagen de un perro flaco en un basural, y es, supongo, lo que se pretendió impregnar en la mente del votante promedio.
Ya Fujimori se mostraba astuto y artero, aliándose con Dios y con el diablo, pregonando sin escrúpulo alguno lo que el votante quisiera escuchar, con ideas improvisadas sin asidero ni coherencia.
Y el votante decidió, dio la espalda al peruano más ilustre que en décadas gestó esta nación para elegir a un oriental advenedizo y calculador, quien dentro sus primeras mediadas económicas realizó un "ajuste de precios" (nombre con el que se pretendió marcar diferencias con el Shok), que terminó de liquidar al inti agonizante, la moneda fugaz del gobierno aprista que fue una luna negra entre dos soles (1000 Soles de Oro = 1 Inti; 1 Nuevo Sol = 1 000 000 Intis).
Ahora se ven pechos inflamados de orgullo por el premio nobel de literatura, y a un obeso presidente reelegido porque el Perú en lo que a políticos se refiere es una fábrica de mounstros, sumándose a la apología al ser humano, al nobelista, al demócrata libertario, a nuestro orgullo peruano...

lunes, 11 de octubre de 2010

Adicto


La felicidad tiene un nombre: megaupload. Y es que mi larguisimo tiempo de ocio de fin de semana (y del feriado por venir) reside en la red. No es tan triste como suena, es la época de lluvia de Santander (época que según los entendidos abarca desde el fin del verano hasta el inicio del verano del año siguiente) y llueve mucho. Entiendase mucho como que los momentos de escampe más diáfanos son las salpicaderas de nubes aletargadas teloneras de otras esponjas negras acompasadas al son del viento camtábrico levantador de faldas y estropeador de paraguas que empuja a las gotas casi hasta la horizontalidad que hace imposible guarecerse del temporal, y que van tres días de llovizna el primero precedido por un soleado día primaveral 10 grados más caliente. El cambio de estación llegó como un asalto, en especial para este advenedizo incauto que ve como el resto se guarece con prudencia en sus casas mientras recuerdo haber olvidado el paraguas en mi casillero del hospital.
Estoy en mi cuarto y creo que ni el calor de la mejor chimenea puede compararse al abrigo acogedor de una conexión de banda ancha. Anduve media semana desconectado, estuve a punto de comprar computadora nueva convencido del colapso de mi trajinada tarjeta de red, pero hoy nuestro creador se apiadó de mi y volví a ver las columnitas verdes diciéndome que tengo una buena intensidad de señal, Aleluya hermanos!!!
Hace días estuve deseando ver la película Los Amantes de Pont-Neuf, así que con uds, hasta pronto.

sábado, 2 de octubre de 2010

Nuclear


Me llamo Luis, pero mi familia y amigos me dicen Yul.  En mi servicio todos me llaman Luis y de momento no veo intención en ser llamado de otra manera. Me ha resultado inusualmente fácil llevarme mal con todo el mundo, supongo que percibir el aura alpinchista que irradio desde mi arribo a las 8am debe resultar incomodo para quienes sucumben a su influencia.
El ambiente de trabajo tiene un eco de resignación, una música de fondo monocorde que de conformista no llega siquiera a ser triste. Es un pequeño salón lleno de pantallas y de sueños rotos, donde la histeria y la egomanía esgrimen autoridad, y los donde resignados alternan con el mobiliario su papel peregrino, se arrastra lánguida la mañana hasta extringuirse sin que a nadie le importe mucho.
Solo los libros son elocuentes y generosos, y afortunadamente no se necesita mucho mas, nunca es necesario. Pero a veces es gratificante encontrar trascendencia en lo que haces.
Yo leo la historia de esta especialidad, y la veo en cuarentena, cada vez en un sótano más profundo. No se sabe mucho más de la radiación desde hace ya varias décadas, salvo que es peligrosa, y lo mejor es tenerla lejos. Si no hay una segunda opción, mala cosa, pero unos cuantos milicurios en tu sistema no te van a hacer nada.  Nadie menciona lo que resulta de la producción de  los radiofármacos, ni donde se vierten los desechos radiactivos que usamos muchos de los cuales decaerán después de la siguiente glaciación, ni que los pacientes eliminan en el sistema de alcantarillado eso que les metemos en las venas. Veo las facturas de los insumos y no entiendo como puede gastarse tanto en resultados que no definen un acto médico salvo dentro de un contexto clínico específico. Muchas de las plantas de producción de estos insumos cerraran eventualmente con la crisis internacional, y el sistema de salud despilfarrador de este país colapsará. La medicina nuclear siempre será prescindible ya que es, al fin y al cabo, solo esa escasa diferencia dentro de las estadísticas que mas que diferencia es ostentación.
Yo encuentro entusiasmo en mi firme decisión de irme, y estudio con avidez para aprender en un año los que mis compañeros en cuatro.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Don Enrique


Tengo piedras en el riñón. Hay quien tiene corazón de piedra o nervios de acero, pues bien, yo tengo piedras en el riñón, unas pequeñitas que cuando se les ocurre desprenderse de la pelvis donde se gestan da la impresión de que andan con espuelas y que arrastran un arado a lo largo del uréter por el dolor obsceno que producen, que ni una escena de sexo entre Laura Bozzo y Hugo Chavez podría ser tan desagradable.
Mis riñones se empeñan en producir estas piedrecillas, así que tengo que beber agua, mucha. Y acá estoy, al costado del grifo de la cocina hidratándome, mirando el vacío y sintiéndome algo vacío para no desentonar. Entra entonces un hombretón medio calvo, canoso y sonriente, y me saluda sin mesura. A decir verdad me sorprende llegar a la conclusión que no he tomado agua como se que tengo que hacerlo sino hasta estas últimas noches y casi calculando la coincidencia.
Dibujo entonces una sonrisa, que esta vez no es impostada y escucho un ameno monologo. La marcada sordera de Don Enrique hace difícil alguna horizontalidad en nuestra charla, pero disfruto tanto de su compañía que me he llegado a adaptar, a dejar mi papel de hablantín florido y pomposo y a escuchar sonriente y callado. Llega muy de noche complacido con la vida casi gritándolo todo sin perder su donaire de caballero de antaño, yo me limito a bramar monosílabos para encausar en lo que se pueda la conversación, pero es como encausar a los Toros durante el encierro de San Fermin. Es un vendaval de anécdotas que dibujan una España familiar, vibrante y llena de matices, de un encanto señorial y decadente que el paso a la modernidad y el tsunami de inmigrantes han ido restándole identidad.
Desde la muerte de su esposa, estando él ya jubilado se la pasa viajando solo, no quiere ser un viejo que se acomoda con la muerte en su poltrona abrigado con frazadas tejidas de recuerdos, es del tipo de viejos bragados que se encontrarán con la parca de pie y mirándole a la cara, con una hoja de vida lustrosa, bien vivida.
La gente vieja, en su mayoría me despierta desconfianza. No creo en eso de las abuelitas encantadoras ni del viejecillo tierno, la mayoría son viejos y viejas mañosos que se han adaptado a la fragilidad de su cuerpo, fingen a menudo para manipular y conocen demasiado la condición humana y el mundo como para ser confiables.
A sus 83 otoños Don Enrique es vital y alegre. No se conmueve con su condición de viejo solitario, se acomoda a la circunstancias y vive ávidamente. Me cuenta que "conoció a una señora muy maja con quien sale a bailar bailes de salón y a tomar café... pero con mucho respeto, y cuando el día hace bueno viene bien un paseo el los botes aparcados en el muelle". Fiel al recuerdo de su difunta compañera, jamás menciona algo más que amistad con la señora maja, pero esos bríos y ese ímpetu pueril solo pueden brotar del los desvaríos de amor.
Cada día posponemos la partida de ajedrez pactada desde que llego a la posada, le apasiona el ajedrez y es quizá lo que más extraña de Madrid donde pasaba tardes enteras disputando el reino del contrincante, donde un parroquiano repartidor de periódicos solía devolver la ruma integra de diarios luego de pasarse la tarde entera discutiendo alguna jugada controvertida. Rechaza todos mis bocadillos pero no deja de ofrecerme las sardinas, anchoas, chorizos, panes y ensaladas que devora cada noche. No tengo corazón para cuestionar sus hábitos dietéticos. Igual no me escucharía, y no lo digo figurativamente.
Cada semana espero un día apropiado para invitarle un café, o dos o tres, o una copa de vino para oírle narrar la vida del mundo cuando Europa despertaba tras la guerra, o cuando Franco perseguía a los librepensadores; pero se que para eso tendría que posponer uno sus diarios paseos con la maja, algo absolutamente desterrado de los planes de Don Enrique, un hecho impensable en un caballero que vive el presente con toda la intensidad que su frágil cuerpo le permite; empeñado a robarle las últimas sonrisas a la maja, a tomar el fresco en el Paseo Burgos ignorando su artrosis, a enseñarme que hay vida por allá fuera y que se puede ser feliz, a ser mi amigo hasta que su viejo reloj deje de latir.

jueves, 26 de agosto de 2010

Los anónimos



Todo el mundo tiene derecho a opinar, a manejar su perspectiva del mundo. Los anónimos, sin embargo, son el comentario que no espera respuesta ya que carece en su escecia de personalidad. Pretende ser parte del entorno gritando desde la tribuna creyéndose la voz del pueblo, pero es la voz de nadie. Intenta ser ronca y viril, pero destila cobardía y vileza. El anónimo escribe en los baños poesías que le salen del culo, para que la voz no se les quiebre en su proclamas; esgrimen la bosta como carboncillo y delinean sus propios retratos en las paredes inmundas.
En la historia hay cantares anónimos, y anónimas epístolas del oprimido gritando libertad. Hay anónimas crónicas de cronistas cuya identidad se perdió en el tiempo, y aquellos cuyo nombre les fue arrancado por celo o envidia también los hay.
Pero aquellos que eligen al camino de la sombra para escupir a los transeúntes desde el balcón son los que abundan, los que opinan, los que juzgan. Los que creen entender, los que creen saber y sin embargo, son solo ese pedo que alguien se tira en el fondo del salón para que el resto se ría.

miércoles, 18 de agosto de 2010

El pajaro


Salí de casa por la tarde en mi recorrido habitual por la Calle Alta hacia Cuatro Caminos, cuando de súbito veo un pajarito amarillo haciendo torpes intentos por volar y dando brincos menudos en la calzada.
La curiosidad me arrastró hacia él, que me miraba de lejos y me evitaba sitemáticamente. Yo tomé una postura felina, y medio agazapado, me acerqué sigiloso al bicho que sorprendentemente permaneció estático.
Me dejó acercarme más de lo que esperaba, me percaté que traía una laminilla verde cifrada con un código sujeta a su pata izquierda que daba cuenta de su fina estirpe.
Nos observamos fijamente el uno al otro; me veía con curiosidad y sin sobresalto, escrutándome el alma con sus ojos redondos de niño, veía con parsimonia todo aquello que oculto y, haciendo gala de una instintiva sabiduría, evitó en todo momento emitir juicio o comentario alguno.
Me produjo una honda ternura como esa diminuta criatura se alzaba de pie con su magnifico plumaje dorado altivo y desafiante, y sin embargo destilando una pueril candidez ante la alimaña malintencionada que tenia al frente que le superaba en peso cientos de veces.
Supe de antemano que no iba a vivir mucho fuera de su cautiverio; gracias al egoísmo que lleva el hombre mancornado en el alma, incapaz de conformarse con disfrutar del eventual canto matutino y el momentáneo transitar entre la tierra y el firmamento de una criatura del cielo, obligandolas a pasar su existencia en pequeñas prisiones ornadas con filigranas de hipocresía, exhibidas y eventualmente ignoradas; sus alas pierden fuerzas y sus instintos se amainan, haciéndolas dependientes de sus carceleros.
Me acerqué un par de pasos más hacía el canario y le ofrecí mi índice doblado como un gancho, invitándolo a abordarlo como lo hacen los loros para llevarlo de nuevo a su mazmorra. El pájaro astuto intuyó mis intenciones y optó vender cara su libertad. Dio un par de saltos para impulsarse hacia su vuelo rasante al suelo en dirección de la acera de momento muy transitada; en pocos segundos y a través de un claro entre el denso tráfico vi al polluelo tumbado en el pavimento.
Muchas circunstancias en la vida hacen del corazón una enorme cicatriz roja y paliptante; te hacen contemplativo y acorazado, poco dado a entregar afecto y receloso de recibirlo, pero de pie junto al cadáver del canario me sentí sobrecogido por una extraña tristeza y una infinita sensación de soledad. Y es que, desde mi arribo a estas tierras, este fugaz contacto con otro ser vivo es de lejos el más profundo, sincero e íntimo que he tenido; y una de las expresiones más colosales de un absoluto e intransigible amor por la libertad.

sábado, 14 de agosto de 2010

El amor...

Ají limo


Hace un par de días salí de casa dejando antes comida congelada volviendo a la vida en el microondas. Salí de casa en busca de un ají limo. No soy amante del picante en la comida, sin embargo muchos de los platos de casa usan en pequeñas cantidades ají como condimento, que con una pizca de nostalgia pueden convertirse en ambrosía. Hurgando en mi memoria fui en busca de una tienda cuya dirección había perdido en un mandil del hospital.
Meses atrás atendí a un compatriota en consultorio de urgencias, quien acudió a la consulta por una molesto problema ahí por donde el ser humano suele dar lo mejor de sí. Tras ser intervenido por un cirujano y volver a cagar sino con placer quizá con satisfacción, supongo que este hombre me tendría en sus oraciones. El destino decidió que nos encontremos de nuevo, afortunadamente para mi, con un buen recuerdo de por medio. Nos reconocimos de inmediato, quizá en el Perú hubiese sido fácil de olvidar esa cara, pero por acá la combinación de piel morena con un menudo y abundante pelambre cano, metro y medio de estatura, panza de trillizos y sonrisa campechana no pasan desapercibidos.
Luego de intercambio de saludos y la presentación con otro peruano con quien se estaba hidratando en un escaño del Paseo Burgos tuvo a bien mostrarme donde me podrían dispensar la tan ansiada especia. Llegamos al establecimiento, pero el tendero colombiano andaba desabastecido de ajíes (por acá se te hace evidente que las diferencias entre nuestro vecinos sudamericanos se diluyen en un mar de coincidencias) por lo cual, y aceptando la generosa invitación de mi nuevo amigo, fui a almorzar su casa.
Ya en su departamento me mostró orgulloso una ostentosa ruma de latas de cerveza, destinadas al comercio clandestino (se necesita permiso para cualquier actividad lucrativa). Me senté a la mesa con otros dos comensales amigos de mi anfitrión. Se desempeñaba uno como guardia de seguridad y otro andaba "en el paro", frase con que se entiende que se está sin trabajo y se vive a expensas del gobierno.
Oí historias de alegres y tristes de gente que busca tener algo más que nada, de ladrones timadores a quienes por desesperación o inocencia terminaron sucumbiendo, de trabajadores que salen adelante luego de decidir no mirar hacia atrás, gente que sale de su patria pero que no logra sacarse a la patria de adentro, historias de amores frustrados que por pudor se contaban a medias, historias de resignación al destino de quien vive convencido de portar un estigma étnico, social y cultural; y es que estos comensales no estaban rotos pero si cuarteados, compartían sus soledades y aturdían sus añoranzas en una lata de cerveza.
Las viandas llegaron a la mesa con olor a barrio, a loza deportiva con parlante chichero, a callejón de un solo caño y que me saquen un buen cajón. No puedo describir el placer que me produjo ese pollo frito macerado en hierbas, ajies y nostalgias. Antes de despedirme, mi anfitrión me regaló una bolsa llena de ajíes congelados. Yo a cambio me comprometí a publicitar los frutos de esas manos bendecidas.

lunes, 9 de agosto de 2010

Mi día comienza como a las 11

En esta casa poblada de extraños, de ruidos familiares, trifulcas caseras y remilgos de una solterona asalariada, mi día empieza tarde, libre ya de la letanía del hospital y del pulular de la gente. Extraño la caída del sol en mi hemisferio, y no por ese toque romántico que toman las luces de infinitos matices que iluminan las nubes bermejas que a veces dejan escapar un rayo rectilíneo que hace una alfombra de luz al magnifico trono del sol que lánguido del hastío de soportarnos se esconde en el horizonte; sino por que anochece más pronto.
Existe un pacto entre la oscuridad y yo, un pacto lleno de secretos, de furtivas lágrimas, de sonrisas absurdas y susurros aviesos, ella me responde con enigmáticos murmullos y con elocuentes silencios. Largos silencios en los que Luder oía el latido del corazón del tiempo, en los que oigo las voces de mis recuerdos, del las que huyo para no sucumbir a la nostalgia.
La noche cómplice, colmada de íntimos placeres, momentos en los que entra el rigor el pacto de no violencia entre mi soledad y yo, y me hago uno con el mundo, que sin nosotros puede ser un lugar hermoso... y aún con nosotros.
Se oye el canto del mar Cantábrico y el sutil murmullo del viento del este, que a ratos se perturba por un auto norctámbulo o el caminar descompasado del un borracho, que vomita sus entrañas extasiado de tanta belleza. El cielo me recuerda a Lima en lo mezquino, mostrado escuetas mercancías de estrellas y lunas amarillas por el capricho del cielo, lunas que parecen pinceladas por Dalí para que dos criaturas absurdas hagan el amor en un despeñadero.
El día y en verano es insoportablemente previsible, siempre intentando parecerse a algo, algo sacado de revistas de contenido cero para gente de contenido cero. Cuerpos perfectos que no reparan en el brutal esfuerzo que les demanda ser tan ordinarios. La gente reunida en bares repletos, sin espacio para las sombras que se esconden bajo las mesas. Charlas vacías como la palabra de un mimo que trata de vestirse de bufón, de mujer fatal, o de comentarista deportivo, pero no deja de ser mimo.
Tras el final del crepúsculo, en cambio, reina el secreto y la incertidumbre, las sombras salen de sus escondrijos y danzan al compás del reflejo de la luna transfigurada entre el mar y los escollos, hacen pausas al remanso de los faroles a media luz y cantan canciones de amor a las piedras, al mar y al recuerdo.

sábado, 7 de agosto de 2010

SERUMS

Hace algunos años me fui de mi Trujillo de toda la vida al darme cuenta que el mejor trabajo para un recién egresado que había de momento estaba en cadenas de herbolarios sin escrúpulos que se valían de noveles galenos para publicitar y validar sus productos. Tras ser despedido de uno de estos sitios por recetar medicina real y no salir sorteado para un Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud (SERUMS) pagado, decidí aventurarme en la capital. Planeaba trabajar y a la vez hacer este requerimiento  (porque si deseas trabajar en el sector público, parte del sector privado, solicitar alguna beca o presentarte a una especialidad, es prerequicito; pero por si acaso es voluntario). Conseguí un modesto trabajo haciendo guardias en una clínica cerca a la posta de salud que se me asignó en otro sorteo.
A mi arribo a la posta sentí que se me abrieron las puertas del paraíso, sonrisas y apretones de mano, jefe joven, coordinadora de SERUMS maternal, pero la verdad era otra.
El jefe era un gordo zángano, repulsivo y pedestre, quien accedió a ese puesto probablemente gracias a alguna prebenda política. Su día comenzaba un par de hora después del resto con un buen desayuno que engullía con bestial avidez en un consultrio mientras yo batallaba con una ristra interminable de pacientes acostumbrados a recibir antibióticos para cualquier diarrea o resfriado por un médico que bien podría ser suplido con un surtidor de recetas o un con dispensador de medicamentos. Gustaba de maltratar al personal y ladrar las órdenes; déspota y grosero, y con conocimiento médico que no desentonaba con el resto de sus cualidades.
Y era el jefe.
Solicite en la red a la maternal coordinadora de SERUMS cambio de sede. Me pidió paciencia y tolerancia, que ella iba a hablar con el jefe. En ese momento no pude imaginarme que en ese submundo de mediocridad existían turbias amistades y siniestras alianzas; en esa madriguera de alimañas se transgreden las leyes de la física y los polos iguales se atraen. Este par eran amigos, así que me termine de joder la vida. Cuando lo recuerdo en retrospectiva pienso que debí aducir en mi solicitud de cambio de sede hostigamiento sexual.
Así que estaba acorralado, con una carga laboral enorme, sin salario, y con crecientes necesidades.
Hubo un final feliz? Pues no precisamente, me fui acostumbrando más bien. Mi natural rebeldía originó un clima de tensión permanente con el jefe, así que marcamos territorios (cada cual meó en la puerta de su consultorio).
Y así se pasaban los días, el jefe horadando el asiento con sus desproporcionadas nalgas y yo domesticando a mi población que se iba convenciendo de la poca necesidad de utilizar medicación para enfermedades autolimitadas, a decir verdad no fue muy dificil ganarme la confianza de esa gente tan acostumbrada a recibir tan poco.
Hasta que, en una noche de guardia en la clínica que solventaba mi alimentación, la tierra comenzó a temblar. Yo fiel a mi pereza le comente a una amiga mía técnica de laboratorio, risueña como un hiena, que ya pasará; y no pasaba; se hacía más fuerte y me hacía perder el equilibrio. Vi a muchos moribundos levantarse cual Lázaros, arrancarse las vías y bajar a saltos las escalinatas, vi a mi amiga llorar rogando por la vida de sus hijos, y me vi a mi mismo impávido con apenas iniciativa para sacar a mi amiga en shock hacia el patio exterior ornado de triboluminiscencias y de gente segura de estar presenciando el fin del mundo.
Cesó el tremor y con este la histeria. La gente corría al teléfono para preguntar por seres queridos y demás, todo el recinto en pie. Otra historia.
Al siguiente día dudé en acudir a mi puesto en la posta donde sobrellevava el SERUMS, pero fui. Todo el personal acudió timorato a sus puestos de trabajo, todo en pie. Escaso flujo de pacientes ese día, la mayoría prefirió quedarse en casa protegiendo a sus cachorros.
Alguien brilló por su ausencia con motivos que sacaron aún más lustre a su infamia. El jefe no fue (a pesar de haberse decretado estado de emergencia) porque anduvo por ahí marchando en un paro médico escasamente concurrido. Que hijísimo de puta, y que me perdonen las putas.
Solicité permiso en la red de salud para ir de voluntario al la derruida cuidad de Pisco, donde fue el epicentro de siniestro, me dijeron amablemente: no nos llames, nosotros te llamamos. Luego me enteré que a estos "eventos" eran únicamente invitados una élite de allegados porque les significaban una suculentas lineas curriculares y horas de experiencia en manejo de desastres. Me presenté como voluntario en otra institución y pedí permiso al jefe de la posta y a mi coordinadora. Me negaron el permiso.
La cosa es que me fui, ya que por primera vez vi un atisbo de satisfacción en esta carrera ingrata hasta entonces.
Lo que vi y lo que hice por esas tierras estragadas haría interminable el relato, así que solo diré que volví a puesto satisfecho y sonriente 10 días después.
Me presenté al jefe del puesto con el prolegomeno de que estaba absolutamente dispuesto a recibir cualquier sanción correspondiente sin atisbo de contrición, a lo que me respondió que no me preocupe, que iba a hacer lo que estuviera en sus manos para evitarme represalia alguna por parte de la red y que en el futuro debía ser más cauto. Lo sentía algo apocado por alguna recóndita vergüenza, de saberse sucumbido y asimilado a un sistema nefasto, y sentirse cómodo y adaptado en su seno.
Desde luego, con la inocencia ya como un tema anecdótico, sabía yo de antemano que la red ni siquiera se molestaría en enterarse de mi ausencia, que a mi coordinadora le era más cómodo ignorarme y que cualquier sanción partiría del compungido jefe, quien por cierto, y dudando de sus intenciones solidarias, no le haría ninguna gracia suspenderme y obligarse a hacer su trabajo solo.
Terminé este servicio meses después con la renuncia del jefe de la posta, con un nuevo médico jefe quien enterado de mi carácter hostil y subversivo tuvo a bien firmarme de inmediato todos los papeles de término de SERUMS, incluido el informe final donde descargue toda mi cizaña y bilis contenida, que por cierto no leyó ni el ni nadie y debe ahora ocupar un honroso lugar entre otros documentos protocolares empolvados y encajonados en oficinas evitadas por asmáticos y personal de limpieza.
Estoy seguro que lo que plasmé en esas paginas servirá de algo, por lo menos las polillitas tendrán qué comer.


Inspirado en la catársis de una amiga: http://blancamara.blogspot.com/

martes, 3 de agosto de 2010

Incertidumbre

Las cosas se tambalean por este lado del globo. Los inmigrantes somos un pujante y amenazador peligro para el cómodo clima de bienestar español. Llegamos en su mayoría para hacer lo que ellos no quieren, pero tras la crisis absolutamente previsible de un país que avanza tres décadas detrás de Europa pero con pretensiones de ponerse a la altura del vecindario rico, ya pocos son los trabajos indeseados.
Poco a poco el sistema laboral que en su momento abrió las puertas a la inmigración, pone condiciones abusivas para quien se busque el pan sin documento en mano, pone a esta pobre gente la altura de un criminal y lo despoja varios de sus derechos elementales.
La atávica servidumbre hacia norteamérica pone, del mismo modo, en tela de juicio como buena opción regresar a la tierra madre (muchas veces madre desnaturalizada). La escrita escala social, que es más empinada cuanto más abajo te encuentres, deja a la mayoría sin elección, o finalmente y frente a tanta incertidumbre, abandonándose a la circunstancias y encadenándose a la cordura con un rosario.
En Madrid vi una africano durmiendo en la calle y mendigando por comida (o por un trago u otra cosita), hablaba un francés fluido, y un ingles correcto con un acento que no se identificar. En su país o en el mio podría ser un maestro o un empleado o un comerciante, pero tras dejar su tierra quizá rica en diamantes, en oro o en otro mineral no menos valioso, esta mendigando, arrastrándose por un pan en un continente que con seguridad esquilmó, ultrajó y abandonó al suyo a su suerte, una suerte que nunca fue mucha.
En el metro es cada vez menos la gente que sonríe, la gente que se mira a la cara. Todos nos evitamos, por miedo, vergüenza, asco, que se yo. De anden en anden todo es lo mismo. Muchas razas, muchos idiomas, muchos dialectos buscando y buscando, pocos encuentran.
Cual es la hora de tomar partido, cual es la hora de dejar de ser indiferente. De alzarse al monte con una mula y con un puñado de principios y dejar esta cómoda precariedad.

miércoles, 28 de julio de 2010

Para Pac

No soy un santo
no siempre soy bueno
es mas
muy pocas veces lo soy.
Vivo con frecuencia lejos
y como diría Fito
andar conmigo es por momentos
como estar solo dos veces.
Tengo poco que quiera compartir con el resto
y aun menos
lo que quiero que el resto comparta conmigo.
Tu estas ahí
ahuyentando fantasmas
ordenándome la vida
yo lo se.
Hasta hace poco supe que dependía de ti
a tal punto que
hasta he creado una personalidad alterna
a quien a todas luces quieres mas que a mi
que en el fondo soy yo
proyectando todo lo que trato de negar de mi
y me puedo permitir contigo.
A veces no me entiendes
pero me soportas
y me esperas
siempre me esperas.
Y yo siempre llego tarde
pero aunque no lo creas
llego ansioso.
Ansioso de ser castigado con tu mal carácter
ansioso de jugar mi papel de impaciente
ansioso de jugar a ser perdonado
ansioso de recibir tu beso.
Algún encanto suelo tener para la gente
encantos que tu ignoras soberanamente
pero se que te enorgullecen.
No eres sumisa
ni paciente
ni tolerante
Lo eres conmigo.
Recuerdo cuando hablábamos
de mi adolescencia
y tu ya me imaginabas:
borracho,
cochino
y detrás de las chibolas.
Y tu aun a mi lado
y yo dándome cuenta de nuevo
que te quiero tanto
y te quiero a mi lado
todo lo que puedas aguantar.

domingo, 25 de julio de 2010

Un mensaje a la conciencia

"Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y los destinos rotos. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me gustan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad". 
CHARLES BUKOWSKY

viernes, 23 de julio de 2010

El martirio de Yulkenaton

Me llamo Yulkenaton. Soy egipcio y vivo en una pequeña gruta en el bloque 178389 de la pirámide. Asisto a la Casa de la Vida de Valdecillops donde se me enseña a ahuyentar a los malos espíritus del cuerpo con infusiones de caca de buey y telarañas y a sanar las heridas de los guerreros en batalla con apósitos de miel y tierra del santuario de Horsus (quien debe sentirse complacido, porque a mis últimos pacientes se los ha llevado al Duat); mi preparación requiere extensas lecturas de papiros y largos momentos de meditación para entrar en armonía con Thot. Tengo aptitud natural para esto ya soy de espíritu huraño y disfruto enormemente mi soledad, mis largas meditaciones demandan un ambiente cayado y pacifico.
El santuario que habito solía ser silencioso y apacible, me regodeaba oyendo por la ventana el cantar del águila de Saladino desmembrando algún roedor distraido, o viendo danzar a las vírgenes prontas a perder el título a manos del faraón, contorneando sus ombligos al contagiante son del sistro y el menat; dormía la siesta arrullado por el suave murmullo del Nilo, mi alma se conmovía al viendo llorar a los cocodrilos luego de comerse a un negro; el silencio y la paz apenas se trastocaba cuando en verano las tormentas de arena roían los dinteles de las puertas del templo, o cuando en las obras de acá al lado algún judío caía por un precipicio.
Hoy, sin embargo un ruido destemplado irrumpió intruso en el delicado equilibrio de mi gruta, menudos pasitos y manos curiosas siempre húmedas de baba invadían cada resquicio del lugar, y pensé: habiendo buenos diluvios, mares de sangre y langostas voraces, porqué la providencia tuvo que castigar mis pecados con ésto?
Una gota helada de sudor recorre mi frente atormentada cuando oigo a la criatura alzar sus menudas pezuñas en dirección a mi puerta; su obesa madre, con unas tirantes vestiduras (una carpa podría quedarle apretada) que revelan un bañador de dos piezas castigadas en su humillante recorrido por sinuosidades fétidas de grasa cubierta en piel sudorosa, absolutamente ajena a los estragos del engendro, lo deja a su libre albedrío. Siento la piedad de Osiris cuando tras fallidos intentos por abrir mi puerta sucumbe al fracaso, o es finalmente atraído por la fuerza de gravedad de su madre. Poco después parten, creo yo, a dejar sus excrescencias a orillas del Nilo.
A puertas de mi gruta me encuentro postrado parafraseando párrafos enteros del Peri Em Heru conjurando la protección de Ra ante el caos que atenta mi pacifica y silenciosa existencia.
Pasan las horas, ya de retorno, y cuando el reloj de arena marca trecientos cuarenta y siete granos para la una de la mañana, se inicia es concierto de llantos, berreos y gritos. No se que resulta mas perturbador, si los gemidos del crío o el arrullo de su madre, sin embargo ese mugido letánico, incansable y repetitivo hipnotiza finalmente a la cría, o quizá esta ultima yace satisfecha tras cumplir su diabólico cometido, de joder mi vapuleada existencia.
Yo, con un chorro de bilis en todo mi sistema y con los sentidos sobreagudizados, busco un escape, veo a una muchedumbre de judíos en carabana dizque hacia la tierra que su dios les prometió donde todo sera paz y felicidad; quizá me vaya con ellos.
Aunque dicen que ese dios de los Judíos tiene un sentido del humor medio negro... pero que es lo peor que les pueda pasar, vagar por el desierto 40 años para luego seguir vagando por el mundo hasta que un loco genocida luego de diezmarlos los obligue a volver a reunirse en pedazo de tierra desértica rodeada de árabes que quieren romperles la madre y vivir en pie de guerra por los siglos de los siglos? Dios no puede ser tan pendejo...

Basado en hechos de la vida real, mas especificamente tras el arribo de una nueva inquilina a la casa.

miércoles, 21 de julio de 2010

el asno

Cuando uno nace dentro de un país donde la crisis es eterna e imperecedera, como el amanecer, como la calata en primera plana del puesto de periódicos, como la mentada de madre del cobrador de combi; siempre presente ya sea disfrazada de momento de austeridad por el alza del petróleo o en pleno carnaval con el carromato de saltimbanqui que es nuestra clase política; crees que tras el horizonte existe un mundo perfecto, o algo más o menos parecido a eso.
Acá detrás de charco las buenas y malas sorpresas ocurren casi con la misma frecuencia.
Tras mi arribo por estos lares me impresionó transitar a media noche tranquilo por callejuelas poco iluminadas, imaginé que no existían delincuentes o vagos en la cuidad, cuando la verdad es que abundan, pero el estado financia su ociosidad y cubre sus necesidades básicas, así que, si no se dan la molestia de trabajar, tampoco se molestan en sustraer un bolso o atracar a un transeúnte por no arriesgar el modestamente decoroso sustento municipal.
Conclusión: la gente de por aquí en su mayoría no es mas inteligente, ni mas educada, ni mas sensible ni más nada (quizá si mas bonita); solo que está menos maltratada... y menos misia.
Ayer tuve turno en urgencia con un adjunto a quien note cierto cambio de actitud al revelarle mi origen sudamericano, ya algunos pistos de su ralea  traslucían en sus modos patanezcos y su abordaje triunfal, casi como de rescate, cuando malcriadamente irrumpió en el momento en que entrevistaba un paciente para preguntarle lo mismo y esgrimir torpemente su autoridad, yo en respeto a su impostura y a los 40 kilos que me excede en peso es que no lo largue a patadas.
Durante 8 largas, larguísimas horas tuve que soportar su absoluta incapacidad de escuchar una sugerencia (prefería largamente perjudicar a un paciente a que un vulgar sudaca pusiera en evidencia algún error, desliz u omisión, pero dejemoslo en error), y con una cacatua vieja a su diestra siempre dispuesta a hacer eco a sus indicaciones y observaciones agudas como tapas de mermelada (creo que era una enfermera).
Lo vi zarandear el cuello de un paciente con traumatismo de transito, lo vi obviar una amilasa en una pancreatitis cantada, lo vi confundir un trazo de evidente superposición con una fractura cervical.
Ya hoy lo vi cabalgando a un paciente en una reanimación cardiopulmonar, que sin entrar en minucias técnicas, nada más les voy a contar que lo hacía mal, pero siempre con esa actitud heroica del matón de barrio, de goleador del mundialito del porvenir, con esa vulgaridad tan típica de las autoestimas flojas sustentadas en tiempo se servicio, en maltrato a subalternos, en lo que sea menos capacidad profesional.
Esto podemos verlo a menudo en los hospitales del Perú, ya sea por el enquistamiento de profesionales caducos, por el conflicto de intereses que prostituye el sistema laboral o lo asocia a intereses politicos (los hospitales del seguro de Trujillo están plagados de Apristas), por los magros salarios que obligan a trabajar en 3 o 4 lugares, a las atenciones en masa que imprime un sistema basado en la "productividad" como índice de salud (en los hospitales de solidaridad jamas vas a atender al paciente 45ª con el mismo entusiasmo que al primero o al segundo); pero no creamos que es parte de nuestro patrimonio.
No quiero por esto sugerir que el carácter del esperpento en mención es la tendencia médica en este país europeo (me he topado con colegas eficientes y generosos con sus conocimientos, absolutamente dispuestos a procurarte lo que esté en sus manos para faciliar tu desarrollo profesional), pero quiero desmitificar, romper moldes y patrones que nos predisponen a creernos perdedores.
En mi patria, con una pendiente tan pronunciada por una estructura social tan absolutamente elitista se hace muy tortuoso el trayecto y plagado de frustraciones, pero es finalmente transitable y el final feliz no es imposible.
El asno no tiene nacionalidad, ni raza, ni credo; pero es muchas veces resultado del maltrato sistemático del entorno e hijo ilegítimo de las circunstancias.
Quiero creer que el asno al que tuve que soportar esa larga mañana es así porque fue violado en la niñez.

viernes, 16 de julio de 2010

El mundial

Queda terminántemente prohibido para los transeúntes a este blog leer los comentarios de la publicación anterior, que darían la impresión de haber sido sustraidos del portal "Lágrimas de Candy Candy". En fin, uno tiene derecho a secretar estrógenos de vez en cuando.
Ha sido una tremenda fortuna vivir la final del mundial en el país que lo ganó, una final vibrante hasta el final digna de un mundial menos mediocre (a pesar que el chivo espiratorio fuera una pobre pelota que ninguna culpa tuvo de haber sido concebida anorexica), donde el principal protagonista de esta contienda entre atletas colosales deportistas de alta competición fue un invertebrado.
Esta cuidad es pequeña, pero me a veces sorprende con atisbos de gran metrópoli: froteuristas de medio día retozando a la sombra de glorietas bajo las cuales jóvenes familias  con niños en coches transitan apasiblemente devorando helados de colores. En kioskos de periódicos del Paseo Pereda (una de las avenidas principales) entre diarios, Holas y golosinas, se dispende revistas con singulares regalos promocionales; particularmente me llamo la atención una sobre sexualidad que traía de regalo un consolador a pilas (dispositivo electronico diseñado para suplir la dinámica de un gañán en estatus convulsivo).
En esta urbe donde alternan por la calle ancianos en andador (al que cariñosamente llaman tacatá) con mozuelos sin brote pubiano pero con aretes y pearcings hasta en el escroto, un sábado se tiñeron las calles de rojo. Y no es que vaya a narrar un día como cualquiera en el poblado de Juarez (provincia de Tijuana), es que toda la cuidad se volvió parte de la comparsa jovial, orgullosa y sonriente que desfilaba al son de ovaciones monocordes cargadas de patriotismo circunstancial. Según me comentaron los nativos, pocas veces se había ondeado al roja tan masivamente, catalanes y vascos se sintieron de pronto españoles y se sumaron al culto, gritando arengas a sus gladiadores con el pecho inflamado.
Tras mi fallido intento en convencer a mis amigos de acompañarme, emprendí solo la peregrinación a calles y bares donde entre tapas, quesos y vinos, se degustaban los coros a la selección y los oprobios contra la pobre madre del árbitro que nada mas hacia su trabajo.
Mas atento que la mismo encuentro, acaparaba mi la atención la afición. Hipnotizados frente a las imágenes y sintiendo en carne propia los patadones que propinaban los holandeses quienes ya sea la con copa o con el muslo de Iniesta, no volverían a casa con las manos vacías; los espectadores vivieron el interminable calvario de la incertidumbre.
El gol llego cuando ya la mayoría apostaba a la ruleta rusa de los penales, y como toda alegría inesperada tuvo un regusto especial, de quien le roba la billetera a la adversidad. Estallaron vasos y copas, y una lluvia de vino y cerveza refescó la algarabía de la afición....
Aunque me queme el cerebro en recordar algún detalle inusual o sublime en la celebración, y siendo honesto con ustedes, no hubo nada de original. Los autos jodiendo con sus bocinas tocando un son oligofrénico, universal y futbolero, y la gente gozando con el éxito de otro no dejó de ser un espectáculo vulgar. La muchedumbre hedionda en Madrid concentrada en la Plaza Neptuno con el ayuntamiento conminando a no desbordar más las calles  no logra despertarme emoción alguna, mi sonrisa impostada se deforma en un gesto de hastío, y me descubro incapaz de entrar en sintonía con esta alegría masiva e idiotizada.
Todo es tan absolutamente previsible que ya no vale siquiera la pena ser comentado. No hay nada nuevo bajo el sol.

viernes, 9 de julio de 2010

Como decirle a un amigo(a) que lo extrañas

Estoy lejos, y carajo que me siento solo. Hay muchas formas de estarse lejos de alguien: una pelea que te distancia honda y a veces inexorablemente, un cambio de carácter, de madurez, de estilo de vida, de religión, de equipo de fútbol, de marca de desodorante, de lo que sea que restrinja la comunicación con alguien con quien otrora fuese algo muy fluido; una tercera persona muy cercana a tu amigo para quien tu amistad resulta una infame amenaza, etc, etc. Yo estoy lejos de una forma quizá menos dolorosa, ya que tras la distancia he estrechado algunos vínculos tras diluirse otros fútiles, pero estoy lejos, detrás de un océano que veo doblando la esquina saliendo de la habitación donde de momento paso las noches.
Y los recuerdo y de repente unas pocas imágenes en mis remembranzas endulzan mi soledad y me llevan a un plácido solaz de voces y risas, que cuajan entre bilis y lágrimas una hermandad de absoluta elección. Como decirles algo que no suene a forward rosa con perritos ojones y animalejos mostrando el culo en una actitud afeminada diciendo mensajes formularios; supongo que diciéndoles la verdad.
Que por ratos me abrumaron porque soy así y me gusta sentirme miserable por propia decisión, que a veces he sido felón y otras veces indiferente con ellos, que soy intolerante y sin embargo requiero de su tolerancia en sobremanera; pero que en momentos como estos me hacen una falta enorme; que a lo largo de mi vida su presencia me disuade que el mundo sea una gran putada, que son los hermanos que la vida engendró para mi, que los quiero con el alma y... carajo, sin llorar pues.
Donde quiera que estén, Junior (medio loco, medio genio), Carlos (cómplice en las buenas y en las otras), Eduardo (en quien se puede confiar la vida y hasta la mujer), Daniel (superdotado encadenado a la puerta de su casa), Nora (mi psicoanalista on line), Tino (hermano de sangre y de más), Bruno (hombre feliz por opción personal), Romel (a tu salud!!), Joyce (la mujer de telón), Juan Manuel (si es posible hacer amigos después de los 30)... cuanta falta me hacen.

martes, 6 de julio de 2010

La Diosa Coneja

Con alguna frecuencia (mayor aún cuando renuncié a mi trabajo en una clínica miraflorina y me sobraba el tiempo, no así la plata), me sumerjo en los fangosos vericuetos de la red para poner a prueba los límites de mi tolerancia.
Mi frágil agnosticismo (porque cuando estoy con la yuca medio embutida, mas de una vez me he descubierto a mitad de un rosario) me da pie a explorar con alguna libertad terrenos sacros y sacrílegos sin distinción. Mas los segundos diría yo. El hecho es que vi un documental acerca del exorcismo donde los curas, sujetos a rigurosos métodos científicos, demostraban la existencia del demonio y su mala costumbre que andar poseyendo por ahí a algún incauto. Yo no tuve que ser cura para demostrar eso, me bastó con un día de estreñimiento luego de comerme un Kebab (una especie cucurucho con carne picada árabe); en el inodoro protagonicé una escena que pudo haberle quitado protagonismo a Linda Blair.
Dejando de lado las acotaciones escatológicas, luego del documental en mención quede con el subconsciente algo suceptible y, aunque la prudencia hubiese dictado dejar el morbo en zozobra y buscar algún capitulo de Maria la del barrio o ver girar la ropa en la lavadora (ambos con los mismos valores artísticos y culturales, aunque quizá la lavadora con un mejor argumento), explorando los videos relacionados me tope con uno llamado "Obedece a la Morza", con videos explicativos y todo.
El video inicia con una mascara en 3D que canta una canción infantil para en breve mesclarse con un collage de colores psicodélicos ambientados con la misma música pero sonando al revés. A los pocos segundos, y al ritmo de las melodía emergió un engendro en traje de balet bailando tap, con evidentes deformidades y en formato de video antiguo. La imagen fue tan chocante que a tan solo 20 o 25 segundos de inicio del video, y con todo un cortejo vegetativo a cuestas, cerre el video.
Lo más escabroso vino después cuando, tras recuperar el aliento, busqué alguna información respecto al protagonista, y encontré que se trataba de un Drag Queen llamado Jhonnie Baima y apodado "The Goddess Bunny" (La Diosa Coneja), quien arrastraba secuelas de una poliomielitis con una barra de metal yatrogénica en la columna y un historial de reiterativos abusos sexuales en la infancia.
Consultando con mi psiquiatra de cabecera (tomando café y no tendido en un diván), me comentó que ese tipo de videos tienen mucho contenido subliminal, y las canciones infantiles que aderezan las imagenes grotescas nos hacen mas suceptibles porque de alguna manera conducen nuestro subconciente a épocas mas frágiles e influenciables.
Me comentó también, que en el formato analógico de antaño, de 20 imágenes por segundo, solía deslizarse por ahí algún icono tendencioso que concientemente no percibíamos. Ahora, en formato digital, la cosa se hace de manera aún más sutil.
Nunca terminé de ver el video, pero me cuentan que al final sale una graciosa morcita sonriente.
Saludenla de mi parte.

sábado, 3 de julio de 2010

Pirata

Me estoy bajando un libro por internet, me urgen un libro de anatomía y otro de histología. Mentiría si dijera que siento algún escrúpulo, pudor o culpabilidad al hacerlo, no. Hace un par de días fui como un buen cuidadano-estudiante a la biblioteca del hospital. En cuanto me haga de una camara adjuntaré algunas fotos al relato. Queda en el tercer piso del edificio 16 del recinto. Ente estantes de pino y enchapados de caoba, pilas y pilas de libros y revistas se alzaban a mi vista y se disponían a mi mano. Una ventana ornada con un vitral estilo romántico da paso a un salón de reuniones rodeado de lienzos con bustos de fundadores y directores. Pregunté acerca de libros de anatomía e histología y la bibliotecaria se tomo la molestia de dejar las impostergables tareas de su cuenta de facebook para conducirme a una sala donde el movimiento de las estanterías era digital, y me dejo para continuar sus labores. Había, sin embargo, algo que no encajaba en este nirvana del saber, un olorcillo rancio, como de panteón. Me acerqué con timidez al estante correspondiente y me topé con papiros y mamotretos de décadas de antigüedad; entre los que necesitaba: un Bloom Faucet de Histología de 1965 y un Rouviere de anatomía de 1930. Pregunté a la bibliotecaria si me había equivocado de sala, la que con diligencia mantenía 5 conversaciones en simultaneo en el msn y aún así se las ingenió para responderme: no. Y me di cuenta que hay grietas en las paredes, hondas zanjas maquilladas con una delicada capa de pintura y el retrato de un Marques bigotón y con chistera. En el curso de "inmersión" (que yo imaginé iba a ser algo de buceo) nos relataron que esa biblioteca se inició por impulso de la esposa del Marques de Valdecilla con la importante suma de 23000 pesetas (actualmente 138 euros). Deduje que muchos de los libros actualmente a disposición fueron adquiridos con esa primera donación, para ya en el futuro destinar el presupuesto a la ostentación y al pago de funcionarios vegetales.
Terminé bajarme el libro, intento abrirlo y me solicitan un password... la puta mare.

jueves, 1 de julio de 2010

Urgencias

El discurrir de los pacientes en sala de urgencias me arrastra a un axioma en mi discreto entendimiento de la condición humana; a medida que nos acercamos a la muerte o nos enfrentamos a situaciones de enfermedad de mayor o menos valía (vale decir que mi resfriado suele ser más importante que tu cáncer), nos brota un flujo de emociones tal que nos homogeniza en nuestra esencia, y acá o allá, la gente enferma hace y busca lo mismo. Ahora, lo que encuentra... ahí es cuando nos acercamos al abismo.
Podemos pretender minimizar el problema, pero no debemos; la plata hace diferencia, una muy sensible y significativa diferencia. No hablo del paciente, no esta vez. Hablo del presupuesto que el estado destina a la salud.
Hoy llego un tipo traído por una ambulancia sin acompañante alguno con un aliento etílico que podría fácilmente confundirse con un vertedero de mosto de un alambique clandestino de Lurigancho. Borracho como una uva no traía más identidicación que una tarjeta de crédito en el bolsillo (no carnet de seguro social ni de identificación), dormía profundamente, absolutamente ajeno al problema que originó para todos.
En breve estaba medicado y con un monitor al lado, con analítica completa y en espera para una tomografía porque alguien deslizó la posibilidad de un golpe en la cabeza.
Le quitaron los zapatos y tenía una pasta de mugre entre los dedos que espantaba a las moscas; todo el personal horrorizado. En el fondo sentí algo de vergüenza de que en mi país esa peste podía ser un perfume floral en comparación al engrudo de humores descongelados durante al descenso hacia la costa de algunos pacientes.
Al final se le paso la borrachera, recogió sus pertenencias (que fueron resguardadas por un custodio) y se fue a sufrir la resaca en casa (o quizá a cortarla por ahí, porque acá en Santander hay un bar cada 3 casa).
El hecho es que el factor diferencial no fue la capacidad del médico, a quien tuve que recordarle que le clave algo de tiamina para que en el futuro no pueda justificar las mentiras a su mujer con un síndrome de Korsakov. La diferencia fue la plata: sistema asistencial para socorrerlo en la calle, espacio en emergencia para recibirlo, insumos para estudiarlo y tratarlo, y ni que se diga de las mínimas trabas burocráticas, que con 3 papeles de rutina se acabó el asunto.
De que estamos jodidos en el Perú, eso ya no lo duda nadie, que si la mierda valiera algo, ya estriamos naciendo sin culo; pero es triste abrir los ojos al hecho de que hay un mundo mejor que no es muy diferente al nuestro, pero donde, al parecer, la gente de a pie si es importante.

miércoles, 30 de junio de 2010

Son las 9 y 22 de la tarde...

...y acá en Santander, el tiempo discurre lento caliente y cargado de humedad.
De la tarde? Si, acá los días son increíblemente largos, y las soledad los hace a veces interminables. El 24 se celebró el "Día de San Juan", que en el hemisferio norte coincide con el Solsticio de verano, y es de día más largo del año. La gente se reune en sitios y hacen fogatas emulando a las celebraciones de antaño donde se bailaba alrededor de una hoguera y se pedía fertilidad a la tierra, se espantaban demonios para garantizar el renacer del sol cada mañana aprovechando que el reino de las tinieblas tenían un dominio más corto. Yo me la pase recostado en un sofá cedido generosamente por unos amigos pensando por que carajo no terminaba de anochecer y sabiéndome condenado a otra noche de 4 horas de sueño.
En esos primeros días en Santander conocí la lluvia mas jodida que hasta ahora conozco, y no por lo torrencial, sino por que cuanto menos unas 10 veces en ese día de peregrinación por ayuntamientos, extranjerías y demás ministerios, la lluvia fría y sutil se intercalaba con un sol burlón que mostraba su dorado culo sobre mi perdida cabeza buscadora de fotocopiadoras.
Ya el clima español me había mostrado días antes ese humor negro, cuando saliendo del metro y luego de empaparme como un babero entontré a un gentil marroquí vendiendo de manera ambulante paraguas chinos por 3 euros. No terminé de pagar mi flamante paraguas cuando súbitamente cesó de llover... resultado: ya no confío en los marroquíes.
Con hambre y sin cena preparada por el momento les digo hasta pronto

Suyo: Yul