Hace algunos años me fui de mi Trujillo de toda la vida al darme cuenta que el mejor trabajo para un recién egresado que había de momento estaba en cadenas de herbolarios sin escrúpulos que se valían de noveles galenos para publicitar y validar sus productos. Tras ser despedido de uno de estos sitios por recetar medicina real y no salir sorteado para un Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud (SERUMS) pagado, decidí aventurarme en la capital. Planeaba trabajar y a la vez hacer este requerimiento (porque si deseas trabajar en el sector público, parte del sector privado, solicitar alguna beca o presentarte a una especialidad, es prerequicito; pero por si acaso es voluntario). Conseguí un modesto trabajo haciendo guardias en una clínica cerca a la posta de salud que se me asignó en otro sorteo.
A mi arribo a la posta sentí que se me abrieron las puertas del paraíso, sonrisas y apretones de mano, jefe joven, coordinadora de SERUMS maternal, pero la verdad era otra.
El jefe era un gordo zángano, repulsivo y pedestre, quien accedió a ese puesto probablemente gracias a alguna prebenda política. Su día comenzaba un par de hora después del resto con un buen desayuno que engullía con bestial avidez en un consultrio mientras yo batallaba con una ristra interminable de pacientes acostumbrados a recibir antibióticos para cualquier diarrea o resfriado por un médico que bien podría ser suplido con un surtidor de recetas o un con dispensador de medicamentos. Gustaba de maltratar al personal y ladrar las órdenes; déspota y grosero, y con conocimiento médico que no desentonaba con el resto de sus cualidades.
Y era el jefe.
Solicite en la red a la maternal coordinadora de SERUMS cambio de sede. Me pidió paciencia y tolerancia, que ella iba a hablar con el jefe. En ese momento no pude imaginarme que en ese submundo de mediocridad existían turbias amistades y siniestras alianzas; en esa madriguera de alimañas se transgreden las leyes de la física y los polos iguales se atraen. Este par eran amigos, así que me termine de joder la vida. Cuando lo recuerdo en retrospectiva pienso que debí aducir en mi solicitud de cambio de sede hostigamiento sexual.
Así que estaba acorralado, con una carga laboral enorme, sin salario, y con crecientes necesidades.
Hubo un final feliz? Pues no precisamente, me fui acostumbrando más bien. Mi natural rebeldía originó un clima de tensión permanente con el jefe, así que marcamos territorios (cada cual meó en la puerta de su consultorio).
Y así se pasaban los días, el jefe horadando el asiento con sus desproporcionadas nalgas y yo domesticando a mi población que se iba convenciendo de la poca necesidad de utilizar medicación para enfermedades autolimitadas, a decir verdad no fue muy dificil ganarme la confianza de esa gente tan acostumbrada a recibir tan poco.
Hasta que, en una noche de guardia en la clínica que solventaba mi alimentación, la tierra comenzó a temblar. Yo fiel a mi pereza le comente a una amiga mía técnica de laboratorio, risueña como un hiena, que ya pasará; y no pasaba; se hacía más fuerte y me hacía perder el equilibrio. Vi a muchos moribundos levantarse cual Lázaros, arrancarse las vías y bajar a saltos las escalinatas, vi a mi amiga llorar rogando por la vida de sus hijos, y me vi a mi mismo impávido con apenas iniciativa para sacar a mi amiga en shock hacia el patio exterior ornado de triboluminiscencias y de gente segura de estar presenciando el fin del mundo.
Cesó el tremor y con este la histeria. La gente corría al teléfono para preguntar por seres queridos y demás, todo el recinto en pie. Otra historia.
Al siguiente día dudé en acudir a mi puesto en la posta donde sobrellevava el SERUMS, pero fui. Todo el personal acudió timorato a sus puestos de trabajo, todo en pie. Escaso flujo de pacientes ese día, la mayoría prefirió quedarse en casa protegiendo a sus cachorros.
Alguien brilló por su ausencia con motivos que sacaron aún más lustre a su infamia. El jefe no fue (a pesar de haberse decretado estado de emergencia) porque anduvo por ahí marchando en un paro médico escasamente concurrido. Que hijísimo de puta, y que me perdonen las putas.
Solicité permiso en la red de salud para ir de voluntario al la derruida cuidad de Pisco, donde fue el epicentro de siniestro, me dijeron amablemente: no nos llames, nosotros te llamamos. Luego me enteré que a estos "eventos" eran únicamente invitados una élite de allegados porque les significaban una suculentas lineas curriculares y horas de experiencia en manejo de desastres. Me presenté como voluntario en otra institución y pedí permiso al jefe de la posta y a mi coordinadora. Me negaron el permiso.
La cosa es que me fui, ya que por primera vez vi un atisbo de satisfacción en esta carrera ingrata hasta entonces.
Lo que vi y lo que hice por esas tierras estragadas haría interminable el relato, así que solo diré que volví a puesto satisfecho y sonriente 10 días después.
Me presenté al jefe del puesto con el prolegomeno de que estaba absolutamente dispuesto a recibir cualquier sanción correspondiente sin atisbo de contrición, a lo que me respondió que no me preocupe, que iba a hacer lo que estuviera en sus manos para evitarme represalia alguna por parte de la red y que en el futuro debía ser más cauto. Lo sentía algo apocado por alguna recóndita vergüenza, de saberse sucumbido y asimilado a un sistema nefasto, y sentirse cómodo y adaptado en su seno.
Desde luego, con la inocencia ya como un tema anecdótico, sabía yo de antemano que la red ni siquiera se molestaría en enterarse de mi ausencia, que a mi coordinadora le era más cómodo ignorarme y que cualquier sanción partiría del compungido jefe, quien por cierto, y dudando de sus intenciones solidarias, no le haría ninguna gracia suspenderme y obligarse a hacer su trabajo solo.
Terminé este servicio meses después con la renuncia del jefe de la posta, con un nuevo médico jefe quien enterado de mi carácter hostil y subversivo tuvo a bien firmarme de inmediato todos los papeles de término de SERUMS, incluido el informe final donde descargue toda mi cizaña y bilis contenida, que por cierto no leyó ni el ni nadie y debe ahora ocupar un honroso lugar entre otros documentos protocolares empolvados y encajonados en oficinas evitadas por asmáticos y personal de limpieza.
Estoy seguro que lo que plasmé en esas paginas servirá de algo, por lo menos las polillitas tendrán qué comer.
Inspirado en la catársis de una amiga: http://blancamara.blogspot.com/
Todos sobrellevamos esa penosa obligación que es el SERUMS de la manera que se ajusta a las cirsunstancias. Yo me busqué un serums trucho, ad-honorem y rascapelotas, y no me siento culpable por eso, pues no estaban las cosas como para estar trabajando gratis un año.
ResponderEliminarQue dificil es erradicar la imagen de martir que tiene el medico en el Perú. Un martir con cara de cojudo, muchas veces.
A esa "gente" que se autodenomina médico me gusta llamarle huano peruano de calidá y lista para exportar. EStoy en medio de ese épico periplo llamado SERUMS, y pese a todo lo importante son los pacientes, lo demás se exporta.
ResponderEliminarSaludos.
Ya me tocará buscarme la vida. Espero no toparme con tus ya remencionadas lacras humanas en esta carrera de Ing. de Sistemas; aunque ultimamente le estuve perdiendo el interés.
ResponderEliminarpara que veas Yul que debemos cambiar el mundo.... y yo ya no soy Pinki :D
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