miércoles, 18 de agosto de 2010

El pajaro


Salí de casa por la tarde en mi recorrido habitual por la Calle Alta hacia Cuatro Caminos, cuando de súbito veo un pajarito amarillo haciendo torpes intentos por volar y dando brincos menudos en la calzada.
La curiosidad me arrastró hacia él, que me miraba de lejos y me evitaba sitemáticamente. Yo tomé una postura felina, y medio agazapado, me acerqué sigiloso al bicho que sorprendentemente permaneció estático.
Me dejó acercarme más de lo que esperaba, me percaté que traía una laminilla verde cifrada con un código sujeta a su pata izquierda que daba cuenta de su fina estirpe.
Nos observamos fijamente el uno al otro; me veía con curiosidad y sin sobresalto, escrutándome el alma con sus ojos redondos de niño, veía con parsimonia todo aquello que oculto y, haciendo gala de una instintiva sabiduría, evitó en todo momento emitir juicio o comentario alguno.
Me produjo una honda ternura como esa diminuta criatura se alzaba de pie con su magnifico plumaje dorado altivo y desafiante, y sin embargo destilando una pueril candidez ante la alimaña malintencionada que tenia al frente que le superaba en peso cientos de veces.
Supe de antemano que no iba a vivir mucho fuera de su cautiverio; gracias al egoísmo que lleva el hombre mancornado en el alma, incapaz de conformarse con disfrutar del eventual canto matutino y el momentáneo transitar entre la tierra y el firmamento de una criatura del cielo, obligandolas a pasar su existencia en pequeñas prisiones ornadas con filigranas de hipocresía, exhibidas y eventualmente ignoradas; sus alas pierden fuerzas y sus instintos se amainan, haciéndolas dependientes de sus carceleros.
Me acerqué un par de pasos más hacía el canario y le ofrecí mi índice doblado como un gancho, invitándolo a abordarlo como lo hacen los loros para llevarlo de nuevo a su mazmorra. El pájaro astuto intuyó mis intenciones y optó vender cara su libertad. Dio un par de saltos para impulsarse hacia su vuelo rasante al suelo en dirección de la acera de momento muy transitada; en pocos segundos y a través de un claro entre el denso tráfico vi al polluelo tumbado en el pavimento.
Muchas circunstancias en la vida hacen del corazón una enorme cicatriz roja y paliptante; te hacen contemplativo y acorazado, poco dado a entregar afecto y receloso de recibirlo, pero de pie junto al cadáver del canario me sentí sobrecogido por una extraña tristeza y una infinita sensación de soledad. Y es que, desde mi arribo a estas tierras, este fugaz contacto con otro ser vivo es de lejos el más profundo, sincero e íntimo que he tenido; y una de las expresiones más colosales de un absoluto e intransigible amor por la libertad.

4 comentarios:

  1. Hermoso.
    Quiero poner un comentario ácido y no puedo.
    De lejos lo mejor que he leido en meses. Y yo leo una barbaridad.

    ResponderEliminar
  2. ya lo decía Kafka: el objetivo de una jaula es un pájaro... miralo por el lado de haber tenido la oportunidad de ser parte de sus ultimos momentos y en libertad.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar