viernes, 23 de julio de 2010

El martirio de Yulkenaton

Me llamo Yulkenaton. Soy egipcio y vivo en una pequeña gruta en el bloque 178389 de la pirámide. Asisto a la Casa de la Vida de Valdecillops donde se me enseña a ahuyentar a los malos espíritus del cuerpo con infusiones de caca de buey y telarañas y a sanar las heridas de los guerreros en batalla con apósitos de miel y tierra del santuario de Horsus (quien debe sentirse complacido, porque a mis últimos pacientes se los ha llevado al Duat); mi preparación requiere extensas lecturas de papiros y largos momentos de meditación para entrar en armonía con Thot. Tengo aptitud natural para esto ya soy de espíritu huraño y disfruto enormemente mi soledad, mis largas meditaciones demandan un ambiente cayado y pacifico.
El santuario que habito solía ser silencioso y apacible, me regodeaba oyendo por la ventana el cantar del águila de Saladino desmembrando algún roedor distraido, o viendo danzar a las vírgenes prontas a perder el título a manos del faraón, contorneando sus ombligos al contagiante son del sistro y el menat; dormía la siesta arrullado por el suave murmullo del Nilo, mi alma se conmovía al viendo llorar a los cocodrilos luego de comerse a un negro; el silencio y la paz apenas se trastocaba cuando en verano las tormentas de arena roían los dinteles de las puertas del templo, o cuando en las obras de acá al lado algún judío caía por un precipicio.
Hoy, sin embargo un ruido destemplado irrumpió intruso en el delicado equilibrio de mi gruta, menudos pasitos y manos curiosas siempre húmedas de baba invadían cada resquicio del lugar, y pensé: habiendo buenos diluvios, mares de sangre y langostas voraces, porqué la providencia tuvo que castigar mis pecados con ésto?
Una gota helada de sudor recorre mi frente atormentada cuando oigo a la criatura alzar sus menudas pezuñas en dirección a mi puerta; su obesa madre, con unas tirantes vestiduras (una carpa podría quedarle apretada) que revelan un bañador de dos piezas castigadas en su humillante recorrido por sinuosidades fétidas de grasa cubierta en piel sudorosa, absolutamente ajena a los estragos del engendro, lo deja a su libre albedrío. Siento la piedad de Osiris cuando tras fallidos intentos por abrir mi puerta sucumbe al fracaso, o es finalmente atraído por la fuerza de gravedad de su madre. Poco después parten, creo yo, a dejar sus excrescencias a orillas del Nilo.
A puertas de mi gruta me encuentro postrado parafraseando párrafos enteros del Peri Em Heru conjurando la protección de Ra ante el caos que atenta mi pacifica y silenciosa existencia.
Pasan las horas, ya de retorno, y cuando el reloj de arena marca trecientos cuarenta y siete granos para la una de la mañana, se inicia es concierto de llantos, berreos y gritos. No se que resulta mas perturbador, si los gemidos del crío o el arrullo de su madre, sin embargo ese mugido letánico, incansable y repetitivo hipnotiza finalmente a la cría, o quizá esta ultima yace satisfecha tras cumplir su diabólico cometido, de joder mi vapuleada existencia.
Yo, con un chorro de bilis en todo mi sistema y con los sentidos sobreagudizados, busco un escape, veo a una muchedumbre de judíos en carabana dizque hacia la tierra que su dios les prometió donde todo sera paz y felicidad; quizá me vaya con ellos.
Aunque dicen que ese dios de los Judíos tiene un sentido del humor medio negro... pero que es lo peor que les pueda pasar, vagar por el desierto 40 años para luego seguir vagando por el mundo hasta que un loco genocida luego de diezmarlos los obligue a volver a reunirse en pedazo de tierra desértica rodeada de árabes que quieren romperles la madre y vivir en pie de guerra por los siglos de los siglos? Dios no puede ser tan pendejo...

Basado en hechos de la vida real, mas especificamente tras el arribo de una nueva inquilina a la casa.

2 comentarios:

  1. jajaja, que rayado. Ojala el chibolo no siga llorando en las noches.

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  2. Fascinante historia. Me encantaría que siguiese. Lo único raro es que siempre veo a este simpático personaje Yulkeneitor huyendo...

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